De trapo
Repletos de fiebre futbolera, no podemos obviar aquellos tiempos de la niñez, cuando el fútbol tenía otra realidad. Cuando tener una pelota era solo para los pudientes. Tenían un enorme 'pituto' y una costura hecha con un cordón de cuero que provocaba serias molestias al cabecear. Pelotas que se engrasaban en sus costuras, para prolongar la duración de los cascos y los hilos. Coserlas era todo un arte, reservado para unos pocos.
Esos tiempos cuando jugar a la pelota en la calle era prohibido. Llegaba el 'radiopatrullas' y se llevaba presos a los jugadores, que recibían puntapiés en las nalgas de parte de la verde autoridad. Y los correspondientes 'coscorrones' y las reprimendas de los padres.
Tiempos en que los zapatos de fútbol tenían 'puentes', la mejor forma de agarrarse en las canchas de tierra. Los 'estoperoles' eran escasos. Cuando el 'salicilato' servía para calentar los músculos de los peloteros y el 'metapío' se empleaba para desinfectar los 'pelones', producto de las caídas.
Hoy todo es distinto. Muy distinto.
Veo a 'Brazuca', balón oficial del torneo mundial. Y se viene a mi memoria la pelota de trapo que hacíamos en el barrio. Hecha de un calcetín viejo (Cuando los calcetines se remendaban, zurciéndolos en una ampolleta) se rellenaba con cualquier tira o trapo que aportaban los jugadores. No faltaba el adulto de buena voluntad que le daba la forma, la cosía cuidadosamente, nos la mostraba satisfecho y la lanzaba a la calle, donde corríamos tras ella para marcar el primer gol.
¿El arco? Dos piedras arrimadas a la cuneta representaban la valla, defendida siempre por el más pajarón de la parvada de cabros chicos. Todos queríamos ser delanteros, marcar goles.
Como se estilaba, el dueño de la pelota sentenciaba el término de los partidos, llevándose el balón de trapo a su casa y dejando a sus compañeros con la ganas de seguir. Recuerdo emocionado: alguna vez terminé sangrando de la nariz por defender la propiedad de mi pelota de trapo.
Linterna