Hace una semana en este diario apareció un artículo referido al despido de 12 jefes de servicios locales, a pesar de que habrían sido contratados bajo el Sistema de Alta Dirección Pública.
Este modelo, implementado a partir de 2004, tras un acuerdo entre el gobierno y la oposición de la época, tenía como propósito modernizar y profesionalizar la administración del Estado con directivos de primer nivel, con las competencias necesarias para desempeñar con independencia y probidad altas responsabilidades públicas, restringiendo los nombramientos discrecionales del gobierno de turno, de tal modo de darle cierta continuidad de gestión a algunas jefaturas
En el papel, el sistema, si se respetara, daría amplias garantías, sobre todo a quienes postulan a un cargo y son elegidos. Sin embargo, estamos en Chile y en el actual gobierno como lo fue en el anterior y lo será en el próximo, lamentablemente, los acuerdos no se respetarán y se le torcerá la nariz a la ley, sin más ni más. Existe un refrán que dice 'Hecha la ley, hecha la trampa'. En Chile somos tirados con onda para buscarle las cinco patas al gato, con tal de sacarle una buena tajada a la torta ¿o no? Si no fuera así, no existiría la elusión de impuestos o se respetaría la ley que obliga a señalar los precios de los artículos exhibidos, sólo por citar un par de ejemplos.
Volviendo al tema de fondo. Uno de los defectos, por llamarlo de alguna forma, de nuestra clase política, es el clientelismo que subyace en su entorno y que germina con fuerza irrefrenable al inicio de toda administración ¿no sería más productivo para el país mantener en sus cargos, a quienes han hecho bien su pega, sobre todo a aquellos independientes políticamente? ¿Es mucho pedir?
En todo caso dentro del escenario brumoso del tema, podemos visualizar algunos destellos de cambio. En efecto el hecho que Felipe Bulnes, exfuncionario del gobierno anterior, haya sido ratificado como agente chileno en el caso de la demanda boliviana ante la corte de La Haya, que las nuevas autoridades no hayan cambiado el logo del Estado de Chile diseñado en la anterior administración y que la Presidenta Bachelet se haya sumado con entusiasmo a la Alianza del Pacífico, instancia impulsada fuertemente por Piñera, son indicios que algo puede cambiar.
La esperanza es lo último que se pierde.