¡Un silencio miserable!
Esta mañana, caminaré desde el dolor al amor. El dolor de escuchar el canto, "Niños de Siria". Es imposible olvidar cada letra, verso y lágrima en sus rostros y cuyas imágenes grafican la cruel historia por la que nos preguntan angustiados:
¿Qué está pasando, por qué el silencio del mundo ante tanta matanza? ¿Por qué no podemos vivir nuestra infancia en dignidad?¿Por qué vivir dominados por el miedo?¿Por qué el Ejército nos asesina?¿Por qué han destruido nuestras casas y escuelas?¿Por qué vuestro miserable silencio?¿Por qué, Señor, nuestros sueños de infancia no podrán crecer?
Caminaré también en la esperanza del amor, porque esos Niños de Siria, nos invaden con una bella lección de heroísmo, al decir entre sollozos: "Nos podrán hacer sufrir, nos podrán dejar huérfanos, nos podrán matar; pero, nunca jamás, podrán cambiar lo que hay en nuestros corazones; sueños y amor".
Ya sabéis que no soy cientista político, ni sociólogo, sino que soy un Maestro vestido de Poeta y "estudioso del alma". Os cuento que, Siria vive en un huracán de muerte, que incluye armas químicas y cuyos gobernantes han preferido desatar la guerra entre hermanos, antes que perder el poder, por supuestos motivos morales, religiosos y razones humanitarias; más, probablemente sean oscuros intereses políticos en que, los dos gigantes "pequeños del mundo", Rusia y Estados Unidos, están a punto de desatar una nueva guerra mundial.
Debo decir que, lo que sucede en Siria, también existe en nuestra Antofagasta, aunque con características y dimensiones distintas; más, igualmente indignas y violentas, porque nuestros niños del norte viven en mundos diferentes, producto de las inequidades sociales, culturales, educacionales y económicas.
Por ello, no silenciemos nuestras voces, seamos propositivos ante la injusticia y el dolor; y, siempre abramos nuestras manos a quienes necesiten, porque así, sólo así, "Todos nuestros niños crecerán en sus sueños y en el amor".
Jorge Tapia Guerrero