Mujer
Aída Santelices Kostópulos
Estamos en el Mes de la Mujer y celebramos nuestro día. Sentimos por algunas horas que nos respetan y nos miran hacia arriba, es más nos dan regalos. ¡Qué bueno! ya que si viajamos a los orígenes, entenderemos el gran logro femenino cuando nos hemos liberado de tanto tabú y prejuicio ancestral.
Ya no tenemos por qué esforzarnos a cada segundo por ser admiradas, deseadas y comprendidas. Podemos alzarnos en nuestra estatura, hemos conquistado el derecho que nos permite ser malas, odiosas, opinologas, criticonas y feas, como lo son los del otro género, a veces.
La mayor parte del año somos dadoras de vida y de mejor vida, para todos los que nos rodean, llámense maridos, hijos, nietos, amigos o amantes. Mucho podríamos argumentar para hacer entender la valía de nuestro género, pero no podemos ir por la vida fundamentando lo que somos y lo que no somos. "Soy quien digo que soy: aunque los demás digan otra cosa".
La literatura es rica en textos donde se alza y rebela el género. La poeta Alfonsina Storni, parece decir: no nos pidan lo que no nos pueden dar: "Tú me quieres alba/ me quieres de espumas/ me quieres de nácar/que sea azucena sobre todas, casta/de perfume tenue corola cerrada/ni un rayo de luna filtrado me haya/habla con los pájaros, lávate al alba/y cuando las carnes te sean tornadas/y cuando hayas puesto en ellas el alma/que por las alcobas te quedó enredada/entonces buen hombre/preténdeme blanca/preténdeme nívea/preténdeme casta.
Para mí, la que se lleva el mayor aplauso es la mujer "sola y feliz" que, sin tener pareja, encontró la fórmula para llevar una vida plena y emocionante.
Esa que camina por la orilla costera aspirando el aire y las caricias marinas; esa que se queda leyendo hasta media noche y puede sustraer de los libros toda la riqueza y magia. Esa que se junta con sus amigas a reír de la vida y va hacia el futuro con su aura de optimismo. Es bueno tener un hombre de compañero, pero, si la vida se lo privó, ella hace de su existencia algo fascinante.