Agua y vialidad serán factores críticos en caso de un terremoto
La comunidad científica no tiene dudas. La energía acumulada hace 137 años en la zona norte del país tiene que liberarse en forma de un terremoto, el problema es que nadie sabe cuándo ocurrirá.
Los últimos temblores en Iquique, situados justo en la zona de mayor tensión entre las placas de Nazca y Sudamericana, han concitado el interés de expertos nacionales y extranjeros, quienes no descartan que tales movimientos sean un anticipo del sismo mayor que se espera hace años.
Antofagasta fue afectada por dos sismos importantes en los últimos veinte años: el de 1995, con epicentro en Cerro Moreno, y el de 2007 de Tocopilla. La pregunta entonces es cuánto se ha avanzado para afrontar un tercero.
La exdirectora de Onemi Irina Salgado, quien trabajó en el desarrollo de los planes de emergencia vigentes hoy en la región, opina que la ciudad está mucho mejor preparada, pero igual reconoce falencias y complejidades importantes.
Como primer aspecto explica que Antofagasta tiene un parque automotor que triplica al que había hace una década, y muchos de estos vehículos son utilizados para evacuar en caso de una emergencia, lo que provoca congestión y riesgo de accidentes.
El problema quedó en evidencia durante la evacuación preventiva decretada en 2011 a raíz del terremoto de Japón, cuando cientos de antofagastinos optaron por huir en vehículos en lugar de caminar, como recomienda la Onemi.
"Frente a una emergencia los conductores no se comportan como lo harían normalmente y eso hace más peligrosa la situación. Además, se van a encontrar con semáforos sin funcionar y otros obstáculos. Al final las vías de evacuación que deberían quedar despejadas, estarán ocupadas por los automóviles", enfatizó.
Otra de las falencias, apunta Irina Salgado, es que muchas familias todavía no cuentan con un plan propio para enfrentar las emergencias.
"La mamá o el papá parte a buscar a su hijo al colegio, sin embargo cuando llega al lugar no hay nadie, porque los estudiantes están en el punto de encuentro. Todo eso hay que conversarlo", explicó.
Una complicación que quedó patente en el terremoto de 2007, y que se repite cada vez que existe una emergencia mayor, es la caída de los sistemas de comunicación celular, situación que naturalmente eleva angustia de padres y familiares.
Como se trata de un problema que técnicamente aún no se puede evitar, la recomendación básica es tener planes preestablecidos, de manera que aún sin comunicación cada miembro de la familia sepa cómo actuar. Lo otro es usar mensajería de texto, que es más efectiva en estos casos.
Frente a un terremoto y posible tsunami la ciudad enfrentará también un periodo de desabastecimiento debido a la distancia que la separa de los centros distribuidores.
Ante ello, Irina Salgado enfatiza que cada familia debe contar con agua, comida, remedios, pañales y todos los suministros básicos para soportar, a lo menos, 72 horas.
Desde el punto de vista de la infraestructura, la experta sostiene que un terremoto cortará la ruta costera por semanas y posiblemente también habrá daños en la Ruta 5.
Además manifestó preocupación por los contenedores del puerto, que en caso de tsunami serán arrastrados a la ciudad, y por la presencia de empresas que almacenan grandes cantidades de químicos y sustancias peligrosas.
Una falencia que la Onemi tiene identificada hace años es la presencia de gran cantidad de colegios, jardines y centros de educación superior en zona de inundación por tsunami.
Y no sólo eso, comisarías, cuarteles de bomberos y gran parte de la infraestructura de salud (crucial en caso de emergencia) también está situada bajo la línea de seguridad.
El Hospital Regional es, de hecho, uno de los pocos centros de atención que no tiene peligro de ser alcanzado por el agua, aunque en este caso la pregunta es si estará en condiciones de operar luego de un terremoto considerando que tiene 50 años y ya ha sufrido varios sismos importantes.
Un terremoto de gran magnitud provocará también la suspensión de los servicios básicos, como luz y agua potable.
Al respecto, el gerente regional de Elecda, Juan Carlos Gómez, dijo que en situaciones de emergencia la compañía tiene dos prioridades: garantizar condiciones de seguridad a la comunidad y reponer el servicio en el menor tiempo posible.
El ejecutivo afirma que la empresa cuenta con un plan de emergencia ante catástrofes naturales, el cual considera diversas medidas para restituir el suministro eléctrico.
Dicha reposición normalmente se realiza por etapas, partiendo por los sectores que presenten las mejores condiciones de seguridad.
Gómez advierte que en caso de una catástrofe es indispensable tomar medidas de autocuidado, como alejarse de cables que estén en el suelo y evitar situarse bajo transformadores, postes de alumbrado o redes de distribución eléctrica.
Por su parte, el gerente de Clientes de Aguas Antofagasta, Francisco Meneses, dijo que no es fácil adelantarse a los daños que podría generar un sismo de gran magnitud.
Si bien manifiesta que al tercer día del terremoto de Tocopilla la empresa ya tenía habilitado el 95% de la red (lo que les valió ser llamados para asesorar después del 27/F), recalca que no es posible dar plazos, ya que todo dependerá de los daños que se produzcan.
Francisco Meneses destacó la inversión que la empresa realizará en estanques de seguridad y la relevancia de contar con una fuente de agua adicional a la que proviene de la precordillera, como es la desalación de agua de mar.
Según estudios encargados por la sanitaria, de producirse un tsunami, éste no debiese afectar la infraestructura principal de la desaladora.
Lo inquietante en este caso es el abastecimiento eléctrico, pues la planta no tiene generación de energía propia y, por ende, una caída del sistema la obligaría a paralizar.
Lo que juega a favor, dice Francisco Meneses, es la calidad de los suelos del norte, que al ser superior a los del sur, evitaría daños como los registrados durante el 27/F.
En cuanto al abastecimiento de productos básicos, el presidente de la Confederación Nacional de Dueños de Camiones, Juan Araya, manifiesta que en caso de un terremoto de gran magnitud, lo más seguro es que las rutas se corten, impidiendo el paso de las máquinas con provisiones.
Sin embargo, recuerda que el año 2010, "los camioneros fueron los primeros en llegar a todos los lugares afectados por el terremoto".
El dirigente asegura por lo mismo que el gremio tiene "poder de reacción" y señala que en el sur, cuando fue necesario, se pasó la carga a camiones más pequeños para abastecer a la población. Eso sí, lamenta que como gremio no estén incluidos en la coordinación de las emergencias.
"La mamá o el papá parte a buscar a su hijo al colegio, sin embargo, cuando llega
al lugar no hay nadie, porque los estudiantes están en el punto de encuentro. Todo eso hay que conversarlo".
Irina Salgado Gómez
Exdirectora de Onemi