Debemos involucrarnos más en el desarrollo de la ciudad e impulsar el trabajo bien hecho y comprometido, con convicciones.
La principal riqueza de los territorios no son las riquezas naturales, son las personas. Ellas y ellos hacen la diferencia entre territorios desarrollados y aquellos que se quedan en el camino.
Lo interesante es que al observar los países exitosos en esta materia, como Suiza, Alemania, Japón, Estados Unidos, Inglaterra y otros, se observa que la respuesta no está condicionada a razas, antigüedad, o riquezas naturales.
Estados Unidos, por ejemplo, tiene poco más de 200 años de vida independiente; lejos de la milenaria China. Japón tampoco tiene grandes reservas de hierro u otros recursos, pero es uno de los principales productores de acero.
En la misma línea, Suiza no tiene un árbol de cacao, sin embargo, sus chocolates se cuentan entre los más refinados del planeta.
Hay tecnología de punta, hay desarrollo, pero sobre todo, reglas claras, para todos, gente capacitada y convencida que las cosas hay que hacerlas bien y de manera eficiente. Es sorprendente que una cosa tan simple pueda hacer la diferencia, pero así es. Cuando se cuenta con una población comprometida con el otro, los resultados son mejores para todos.
Por eso es tan importante generar cultura local; más en detalle, un acervo antofagastino que nos permita crear algo diferente. Porque lo somos.
Somos inmigrantes, hijos de todas las regiones de Chile, de Perú, Colombia, Bolivia y Argentina. De croatas y griegos, entre muchos otros.
Antofagasta tiene todas las condiciones para saltar primero al desarrollo, pero el impulso final estará muy determinado por las personas, por las convicciones últimas y firmes de querer ser y hacer un territorio igual para todos, con más trabajos de calidad, con más riqueza y oportunidades; con mejor educación y más compromiso.
Antofagasta no puede estar dormida, no puede ser indolente ante los desafíos; no puede ser un mero campamento sin alma o ciudad dormitorio.
Esa diferencia la ponemos todos comprometiéndonos desde nuestra tribuna por ser mejores.