El general rumor
En estos días hemos estado bombardeados por rumores, provenientes de los ámbitos más diversos que conviene detenerse, al menos un instante, para reflexionar respecto de su naturaleza.
En comunicación, el concepto de "rumor" lo entendemos como fenómeno social cuyo origen requiere de al menos dos personas para crearlo y una sola para poder difundirlo.
Esta palabra sirve para cuestionar la veracidad de relatos que circulan dentro de una sociedad y que se propagan con tal rapidez y de manera tan sorprendente que muchas veces, estos relatos sirven para desviar la atención del público de temas de verdadero interés social.
Que tal persona ha sido designada como ministro de tal cartera; que se ha confirmado el nombre de tal para Intendente, que está confirmado el nombre de tal persona como Seremi, que dicen que dijeron y por ahí supimos que… y así hasta el infinito, en una espiral producto no sólo de una mentira, de una memoria limitada o de una fantasía; sino también el resultado de un cuestionamiento de la verdad.
Porque el rumor pone en tela de juicio la objetividad de los medios de comunicación, desacredita el ejercicio democrático de los dirigentes actúa como si se tratara de una "noticia improvisada", cuya función es restablecer el consenso colectivo.
Como los rumores se pasan de persona a persona, sin medios probatorios seguros para demostrarla, generan un clima de desconcierto, gran parte asume los hechos como ciertos y cuando se establece la verdad, vaya paradoja, sobreviene una suerte de desencanto.
Ni qué decir de esa mala práctica de asumir que tal o cual información proviene de "fuentes no oficiales", es decir, de origen indefinido, con lo cual solo se agrava esta tendencia de sustituir la veracidad de los hechos por el rumor que se erige como una verdad casi inapelable para una sociedad que hace rato ha perdido la capacidad del asombro.
Víctor Bórquez Núñez