La nueva ley también dará facultades de fiscalización al ISP, el cual podrá velar porque las farmacias cuenten con el stock de fármacos bioequivalentes y hechos con buenas prácticas.
"La felicidad no se compra, pero increíblemente en nuestra región se ha logrado que esté a la venta".
Cuando llegué a Antofagasta en 1992, me resultó muy incómoda la marcada segregación social que presentaba la ciudad. Venía desde Iquique, en donde todos se paraban de igual a igual, con una Zona Franca que permitía un mayor acceso a bienes como vehículos, electrodomésticos, tecnología y alimentos.
Proveniente de una educación pública que aún se sustentaba con orgullo, llegué al barrio universitario de la Gran Vía y no dejaba de sorprenderme al observar hacia el norte, humildes hogares empinados por los cerros sin pavimentación y con un pésimo sistema de transporte.
Es que me crié en un espacio en que pude compartir amistad con compañeras de curso que vendían minucias en las afueras del Mercado y otras que eran herederas de importantes empresas locales, siempre desde el respeto y la valoración del otro como ser humano. A mi pesar, descubrí que existía otra forma de vida, en la que, lo que tienes puede llegar a otorgarte un "valor".
Entonces, como muchos, opté por no caer en el juego y construí mi vida desde la confianza, sonriendo y valorando a todos por su calidad humana y no por sus bienes. Así formé mi familia y viví feliz en la simpleza de la autenticidad, tolerando lo mejor posible el alto costo de la vida.
Pero, resulta que hoy no es suficiente el contar con la capacidad de ser feliz, existen derechos básicos que en nuestra región no están al alcance de todos y el principal es la vivienda. Las casas usadas parten del rango de las 2.500 UF y en sectores medios tradicionales como Coviefi o La Favorecedora están superando ampliamente las 4.500 UF.
Eso, quizás, explica la apatía y la necesidad de vivir de la apariencia, tantos en profesionales jóvenes lidiando con dos o tres trabajos simultáneos, para juntar rentas y boletas de honorarios y así obtener el hipotecario y comenzar a cimentar raíces.
Mención aparte merecen la deficiencias en el sistema de salud, con un hospital colapsado, con carencia de especialistas; la carestía de los alimentos, que se reclama desde la época del Centro para el Progreso de Antofagasta y que decir respecto a la calidad de la educación. Es muy cierto que la felicidad no se compra, pero increíblemente en nuestra región se ha logrado que la felicidad esté a la venta.
Periodista y magíster Ciencias Sociales