Para la mayoría de las personas que vienen del sur del país o del extranjero, Antofagasta muestra un desarrollo envidiable y es una tierra de oportunidades que da vida a innumerables sueños de un futuro mejor. Sin embargo, para muchos habitantes de la ciudad el panorama dista bastante de algo ideal y se torna confuso, muchas veces alimentado por un vendaval de críticas y contradicciones vitales sobre qué queremos para nuestra gran casa.
Por cierto, ambas visiones son respetables y estimulan un sano debate para pensar en cómo tener una mejor urbe y desterrar aquellos dolores ciudadanos que persiguen por décadas a la capital minera del país.
Con 360 mil habitantes, un PIB de país desarrollado, millonarias inversiones en la minería (US$43 mil millones en los próximos ocho años) y una incesante fuente de empleos, Antofagasta tiene una posición de privilegio.
Pese a ello, ronda con insistencia un preocupante sentimiento de pesimismo y de frustración, que a veces se transforma en una especie de harakiri. Puede argumentarse que la ciudad es cara, que crece sin control y registra históricos problemas de contaminación, además de una evidente falta de arraigo, sin embargo, nadie puede discutir que la riqueza de su subsuelo es un imán de ilusiones para chilenos e inmigrantes.
Antofagasta tiene varias curiosidades. No tiene fecha de fundación, tampoco una bandera que la identifique y muchos la conocen sólo de paso antes de tomar el avión hacia otras zonas del país. Por eso es necesario rescatar su historia desde la época del salitre.
La pregunta es cuánto y cómo contribuye cada habitante para tener una mejor ciudad. Aquí, nadie está de sobra y todos tienen un papel protagónico para sentir orgullo del lugar donde viven.
Botar la basura donde corresponde, respetar las señales de tránsito, desterrar ese peligroso fantasma de la apatía, ser amable con el vecino y el medio ambiente, entre muchos otros gestos de buena voluntad, son herramientas multiplicadoras y eficaces para tener una urbe más amigable.
Un esfuerzo que vale la pena intentar antes de criticar a mansalva.